¿Dios tiene una figura?
Por Dr. Nicholas J. Schaser
Cuando leemos que «Dios es espíritu» (Juan 4:24), podríamos asumir que Dios es nebuloso o incorpóreo —algo parecido al viento o a una nube—. Este entendimiento estrictamente espiritual parece alineare con la experiencia israelita de Dios en el Sinaí, cuando, a pesar de que Dios había descendido sobre la montaña, ellos «no vieron figura» (Deuteronomio 4:12,15). Sin embargo, solo porque los israelitas no vieron una figura, no significa que Dios no la tenga. Al contrario, la Biblia es clara cuando dice que Dios tiene una figura encarnada y visible en la que lo divino interactúa con la humanidad.
La palabra hebrea para «figura» es (תְּמוּנָה; temuná). Si bien es cierto que los israelitas «no vieron figura» (תְּמוּנָה) en el Sinaí, Dios se aparece ante los demás como una entidad visible y encarnada cuya descripción refleja la figura humana. Por ejemplo, el salmista declara de Dios: «En justicia contemplaré tu rostro; (פָּנִים; paním) al despertar, estaré satisfecho con tu figura (תְּמוּנָה; temuná)» (Salmo 17:15). Observa cómo en este versículo «rostro» es paralelo a «figura»; el salmista compara la «figura» de Dios con el «rostro» de Dios, por lo que sabemos que esta es una figura física.
Dios dice de Moisés: «Con él hablo boca a boca (פֶּהאֶל־פֶּה; pé el-pé), claramente y sin misterio, y él contempla la figura (תְּמוּנָה; temuná) del Señor» (Números 12:8). Si bien los israelitas estando al pie del Sinaí no pudieron ver la figura de Dios, Moisés ciertamente sí pudo. La razón por la que los israelitas no pudieron ver la figura del Señor no es porque Dios no la tuviera, sino porque la figura divina estuvo escondida por una «nube» y por «densas tinieblas» (Deuteronomio 5:22). Si bien es cierto que «Dios es espíritu», también es cierto que Dios tiene una forma corporal.
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