La muerte como expiación en 4 Macabeos
Por Pinchas Shir
Este es un extracto del cuarto libro de Macabeos, una obra judía escrita en griego a principios o mediados del siglo I a.C. Los autores del Nuevo Testamento presentan la muerte de Yeshúa como una expiación y un sacrificio (por ejemplo Marcos 10:45; Mateo 20:28; Hebreos 9:12; Romanos 5; 1 Timoteo 2:6). Algunos críticos han notado que esto no es una idea teológica judía. Es interesante notar cómo el autor de 4 Macabeos hace algo muy similar a los escritores del Nuevo Testamento. En 4 Macabeos la sangre de Eleazar y de otros mártires expía literalmente la tierra de Israel.
«Verdaderamente el concurso en el que estuvieron ocupados fue divino, porque ese día la virtud les dio premios y los probó por su resistencia. El premio fue la inmortalidad en la vida sin fin. Eleazar fue el primer concursante, la mamá de los siete hijos entró a la competencia y los hermanos lucharon. El tirano y todo su consejo se maravillaron de su resistencia debido a que ahora se para ante el trono divino y vive la vida de bendición eterna. Porque Moisés dice: “Todos los que están consagrados están bajo sus manos”. Estos, entonces, que han sido consagrados por el amor de Dios son honrados, no solo con este honor, sino también por el hecho de que debido a ellos, sus enemigos no gobernaron sobre nuestra nación, el tirano fue castigado y la patria purificada —se han convertido, por así decirlo, en un rescate por el pecado de nuestra nación—. Y a través de la sangre de aquellos devotos y su sangre como sacrificio expiatorio, la divina Providencia preservó a Israel que previamente había sido maltratada.
Porque Antíoco el tirano, cuando vio el coraje de su virtud y de su resistencia bajo las torturas, los proclamó a sus soldados como un ejemplo de su propia resistencia, y esto los hizo esforzados y valientes para la batalla de infantería y asedio, y él destrozó y conquistó a sus enemigos. ¡Oh hijos israelitas!, descendencia de la simiente de Abraham, obedezcan su Ley y practiquen piedad en todos los sentidos, sabiendo que la razón devota es la maestra de todas las emociones, no solo de los sufrimientos internos, sino también de aquellos externos.
Por lo tanto, aquellos que entregaron sus cuerpos en sufrimiento por el bien de la religión no solo fueron admirados por los mortales, sino también fueron considerados dignos de compartir en una herencia divina. Debido a ellos la nación ganó paz, y al revivir la observancia de la Ley en la patria asolaron al enemigo. Antíoco el tirano fue castigado en la tierra y está siendo castigado después de su muerte. Como no pudo de ninguna manera obligar a los israelitas a volverse paganos y a abandonar sus costumbres ancestrales, abandonó Jerusalén y marchó contra los persas» (4 Macabeos 17:11–18:5).
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