La resurrección de Lázaro desde la perspectiva judía antigua
Juan cuenta la historia de la muerte y la subsecuente resurrección de Lázaro, cuyo nombre en hebreo significa «Mi Dios es mi ayuda». El autor advierte al lector que lo que está a punto de descubrir no tiene sentido, a menos que el lector mantenga en mente que Jesús amó a Marta, a María y a Lázaro (Juan 11:5).
¿Cuál fue exactamente el problema?
Cuando todos los medios personales y comunitarios se acabaron y la salud de Lázaro continuó dando un giro hacia lo peor, María y Marta pensaron lo obvio, tuvieron que hacérselo saber a su ahora famoso amigo rabino obrador de milagros, para que él pudiera venir lo más pronto posible a ayudar a Lázaro.
Aquí es donde ocurre el detalle impresionante que deseo llame tu atención:
Si estamos leyendo este texto sinceramente, probablemente en este punto de la historia no nos moveríamos para abrir un himnario y cantar el famoso himno: «Qué gran amigo tenemos en Jesús».
Leemos en el Talmúd de Jerusalén: «Durante los primeros tres días después de la muerte, el alma flota sobre el cuerpo pensando que regresará al mismo. Cuando el alma ve el cuerpo, que la apariencia de la cara ha cambiado, deja el cuerpo y se va» (Yebamot 16:3).
¿Esta idea ya estuvo presente en el Talmúd de Jerusalén en el tiempo de Jesús? ¡La respuesta es sí!
En un descubrimiento reciente de una piedra antigua, hallada en el mismo lugar geográfico donde también se encontraron algunos de los Rollos del Mar Muerto, hay una frase intrigante que se puede traducir como: «En tres días, vive, yo Gabriel te lo ordeno» (La Piedra de la Revelación de Gabriel, Museo de Israel). Si bien la resurrección de Lázaro seguramente no es el evento descrito aquí, el descubrimiento muestra que la idea de la resurrección dentro de los tres días no fue un concepto extraño para los judíos antiguos.
Jesús esperó dos días más, programando su llegada de tal forma que arribara a Betania en el cuarto día, ¡cuando la resurrección ya no era posible! Cuando Lázaro fue finalmente resucitado, surgió un tema muy importante, la resurrección no es algo que Jesús hace, la resurrección es algo que Jesús es (Juan 11:17-40).
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