¿Los humanos alguna vez fueron inmortales?
Por Dr. Nicholas J. Schaser
Es una suposición común de que Dios creó a los primeros humanos para ser inmortales; la primera pareja fue hecha para vivir eternamente, pero esto cambió después de que comieran del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Sin embargo, una mirada más cercana al significado del lenguaje hebreo, muestra que este entendimiento de la inmortalidad original es imprecisa. En su lugar, Dios crea a la humanidad para ser mortal, y la mortalidad humana (y, eventualmente, la muerte) solo se vuelve un problema activo después de la expulsión del Edén.
El hebreo de Génesis 2:7 emplea poesía y metáfora para expresar el hecho de que Dios incluyó la mortalidad en la creación de la humanidad: «El Señor Dios formó al humano del polvo (עפר; afár) del suelo y sopló en sus fosas nasales el aliento de vida, y el humano se volvió un ser viviente». El hecho de que el humano esté formado a partir del polvo debería hacernos pensar, porque el polvo, debido a su delicadeza y granularidad, no es un material moldeable. En las Escrituras muy a menudo es barro (חמר; jómer), no polvo lo que Dios utiliza para formar cosas (consultar Isaías 45:9; 64:8; Jeremías 18:4-6). La singularidad del uso divino del polvo en Génesis 2:7 enfoca la atención del lector en el material creativo e implica que el «polvo» tiene un significado más profundo que simplemente hollín del suelo.
En el antiguo pensamiento israelita el «polvo» es un símbolo para la mortalidad. Job le pregunta a Dios si puede esperar una muerte inminente con la pregunta: «¿Me regresarás al polvo (עפר; afár)»? (Job 10:9; consultar Job 34:15); el salmista observa que las personas «mueren y regresan a su polvo (עפר; afár)» (Salmo 104:29); y Eclesiastés declara: «Todos somos del polvo (עפר; afár), y todos regresamos al polvo (עפר; afár)» (Eclesiastés 3:20; consultar Eclesiastés 12:7). La afirmación del Qohélet hace eco del propio Génesis, en el que Dios introduce una ramificación por la desobediencia de Adán: «Por el sudor de tu rostro comerás, hasta que regreses al suelo, porque de ahí fuiste tomado; porque eres polvo (עפר; afár), y al polvo regresarás» (Génesis 3:19).
En la medida en que el polvo expresa mortalidad, queda claro que Dios, al formar del polvo, crea a la humanidad con la habilidad de morir. A pesar de su capacidad de muerte, mientras Adán y Eva están en el Edén, pueden vivir para siempre al comer del Árbol de la Vida. Sin embargo, una vez que los dos son expulsados, Dios nombra a querubines para que «protegan el camino hacia el Árbol de la Vida» (Génesis 3:24) y así la humanidad no tenga más acceso a la vida eterna y, por lo tanto, eventualmente muera. Este es el problema pos-edénico de la muerte que Pablo dice ha sido revertido en la muerte y resurrección de Jesús: «Porque así como en Adán todos mueren, así también en el Mesías todos serán vivificados» (1 Corintios 15:22).
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