Los siete espíritus del engaño
Por Pinchas Shir
«Los siete espíritus del engaño» - un extracto del Testamentos de los Doce Patriarcas (siglo I a.C./ siglo I d.C.), un texto judío originalmente escrito en hebreo, traducido al griego y mejorado por escribas cristianos alrededor del siglo II d.C.
«Una copia del testamento de Rubén: y de las recomendaciones a sus hijos antes de morir en el año 125 de su vida... Y cuando se levantó, los besó y les dijo: "Escuchen, hermanos e hijos míos; presten atención a las cosas que yo, Rubén, su padre, les ordeno. Vean aquí, invoco al Dios del cielo para que les dé testimonio este día, para que no se dejen llevar por la ignorancia juvenil ni por la lujuria a la que me entregué y profané el lecho matrimonial de mi padre, Jacob... Y escuchen ahora, hijos míos, acerca de las cosas que vi durante mi tiempo de penitencia, acerca de los siete espíritus del engaño. Porque siete espíritus están establecidos contra la humanidad, y son la fuente de las acciones de la juventud. Y otros siete espíritus son dados al hombre desde la creación para que por ellos puedan realizarse las obras humanas.
Primero está el espíritu de vida, gracias al cual se constituye la composición del ser. El segundo es el espíritu de la visión, gracias al cual se genera el deseo. El tercero es el espíritu del oído, por el que se transmite la instrucción. El cuarto es el espíritu del olfato, que brinda el gusto de tomar aire y respirar. El quinto es el espíritu del habla, con el que viene el conocimiento. El sexto es el espíritu del gusto por consumir alimentos y bebidas; por él viene la fuerza, porque en los alimentos está la sustancia de la fuerza. El séptimo es el espíritu de la procreación y el coito, con el cual vienen los pecados a través del ansia del placer. Por esta razón, fue el último espíritu en la creación y el primero en la juventud, porque está lleno de ignorancia; conduce al joven como un ciego hacia la fosa y como una bestia hacia el precipicio. Además existe un octavo espíritu: el del sueño, gracias al cual fueron creados el éxtasis de la naturaleza y la imagen de la muerte. Con estos se mezclan los espíritus del error» (Testamento de Rubén 1-3.2).
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