¿Nadie ha estado en el cielo?
Por Dr. Nicholas J. Schaser
En el Evangelio de Juan, Jesús dice: «Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre» (Juan 3:13). Sin embargo, esta afirmación parece contradecir relatos bíblicos anteriores sobre ciertas personas que van al reino celestial. Por ejemplo, se dice que Elías fue sacado de nuestro mundo y la antigua tradición judía sostenía que Dios arrancó a Enoc de la tierra. ¿Yeshúa se olvidó de su historia? No del todo. Pero para dar sentido a su declaración, los lectores deben conocer el griego original, tanto de la Septuaginta, como del Evangelio.
Según el libro de 2 de Reyes, el profeta Elías no gusta la muerte; en cambio, el Señor envía vehículos celestiales para elevarlo a los cielos. La traducción griega de este evento dice: «He aquí, un carro de fuego y caballos de fuego [aparecieron]… y Elías fue llevado (ἀνελήμφθη; anelémphthe) como en un torbellino al cielo» (2 Reyes 2:11 LXX). En este caso, Dios envía el carro divino para recoger a Elías de la tierra —el profeta mismo es un pasajero pasivo con el beneficio del transporte teofánico—.
Asimismo, la Septuaginta dice que Enoc vivió una vida caminando con Dios y luego «no fue hallado, porque Dios lo trasladó (μετέθηκεν αὐτὸν; metétheken autòn)» (Génesis 5:24 LXX). Al comentar sobre este versículo, el filósofo judío del siglo I, Filón de Alejandría dice de Enoc: «Fue “transferido”, es decir, cambió su morada y viajó como inmigrante de la vida mortal a la inmortal» (Nombres 38). El término griego para «transferido» es (μετατίθημι; metatíthemi), que literalmente significa ser «transpuesto» o «transportado» de un lugar a otro. Génesis es claro en que es Dios quien hace la transferencia; Enoc no asciende al cielo por su cuenta.
Volviendo a la afirmación de Juan, Jesús dice de sí mismo que «nadie subió (ἀναβέβηκεν; anabébeken) al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre» (Juan 3:13). La palabra para «ascender» (ἀναβαίνω) proviene de dos términos griegos: (ἀνά; aná), que significa «arriba», y (βαίνω; baíno), que significa «caminar». Entonces, literalmente, Jesús afirma que nadie aparte de Él jamás ha «subido» al cielo. Elías y Enoc fueron llevados al cielo, pero el Hijo del Hombre sube y baja por su propia voluntad. En esta afirmación, Jesús alude a su identidad como el «verbo» celestial (λόγος; logos) hecho carne (Juan 1:14). Mucho antes de la llegada de Jesús a la tierra, los antiguos israelitas sabían que Dios «envía su mandato a la tierra [y] su palabra (λόγος; logos) corre veloz» (Salmo 147:4 LXX [147:15 en las traducciones al español]). A diferencia de los profetas y patriarcas, la Palabra de Dios encarnada puede descender del cielo y volver a subir. La declaración joánica no está en conflicto con pasajes anteriores que describen a personas que van al cielo; más bien, como la Palabra divina en carne, Jesús se distingue como el único ser humano en la historia con el poder único de bajar del Padre y regresar al reino de Dios.
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