No se hicieron preguntas
Por Pinchas Shir
Algunas opciones ante nosotros son claras y otras presentan un dilema. El Apóstol Pablo frecuentemente abordó elecciones morales en sus cartas a antiguos paganos que abrazaron la creencia en un Cristo judío. En su primera carta a los Corintios, Pablo le escribe a su público gentil: «Coman de todo lo que se vende en la carnicería sin preguntar nada por motivos de conciencia, porque del Señor es la tierra y todo lo que en ella hay. Si algún incrédulo los invita y quieren ir, coman de todo lo que se les ponga delante sin preguntar nada por motivos de conciencia.Pero si alguien les dice: “Esto ha sido sacrificado a los ídolos”, no lo coman…» (1 Corintios 10:25-28).
Pablo dice: coman lo que está delante, sin preguntar. Siempre me sorprende cuántos intérpretes ven esta afirmación como una especie de renuncia apostólica a comer literalmente cualquier cosa a la vista. Pero los ingredientes de las comidas no son lo que le preocupa a Pablo aquí y en este versículo él no se está refiriendo a las leyes de la comida judía (consultar Levítico 11; Deuteronomio 14). El autoproclamado «apóstol a los gentiles» no se dirige a los judíos que discriminaron entre «puros» e «impuros» y no hay razón para pensar que los corintios gentiles fueron guiados por las leyes de alimentación israelitas. En cambio, la enseñanza de Pablo se centra en el pecado de la idolatría. Él dice: «No sean, pues, idólatras… amados míos, huyan de la idolatría» (1 Corintios 10:7, 1 Corintios 10:14). A los seguidores de Cristo, judíos y no judíos por igual, se les prohibió comer alimentos que saben fueron ofrecidos a los dioses paganos (consultar Levítico 19:26; Deuteronomio 4:15; Isaías 42:8; Hechos 15:20; Hechos 17:29).
Sin duda Pablo menciona la comida en los primeros corintios, pero presenta un principio mucho más amplio detrás de esto: cuando una elección ante nosotros socava nuestra fe y compromiso con el verdadero Dios, ¡no lo hagamos! Puede ser legal, pero estaría equivocada (1 Corintios 10:23). Para los creyentes, la libertad tiene límites. Cuando nos damos cuenta de que una elección ante nosotros es claramente inaceptable ante Dios, ya no es una elección. Ignorar esto mostraría deslealtad y señalaría que estamos dispuestos a rechazar los caminos de Dios. Tal problema surge con frecuencia cuando hemos elegido un camino radicalmente diferente de nuestra educación —un camino extraño para la mayoría—, que es exactamente lo que los gentiles corintios de Pablo habrían hecho al elegir seguir a Jesús en un mundo romano. Estar en el mundo y no del mundo (consultar Romanos 12:2) —si ese mundo es romano o moderno— puede ser una tarea difícil.
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