¿Por qué Dios eligió a Israel?
¿Por qué Dios eligió a Abraham y a sus descendientes? En la tradición judía post-bíblica, el joven Abram destruye los ídolos en el taller de su padre, lo que convierte al joven en un candidato adecuado para aceptar el llamado del único Dios de Israel. Sin embargo, las Escrituras de Israel no ofrecen tal justificación. En cambio, la Biblia dice que no fue el mérito inherente de los antepasados lo que los llevó a su elección, sino el amor de Dios por ellos lo que justificó la elección divina. La Torá describe a Dios teniendo una especie de amor magnético por Israel que impulsa al Señor hacia el pueblo elegido.
Moisés dice sobre los israelitas: «Solo con tus antepasados el Señor se comprometió (חשׁק; jashák) a amarlos, y eligió a su descendencia después de ellos, a ustedes, de entre todos los pueblos, como hasta el día de hoy» (Deuteronomio 10:15). Otras traducciones de este versículo presentan la palabra hebrea para «comprometido» (חשׁק) como Dios habiéndose «deleitado» en los patriarcas, «adorado» a los antepasados, o «puesto su corazón» en ellos. Sin embargo, estas representaciones pierden la profundidad de la conexión que la palabra חשׁק transmite entre Dios y el pueblo. La misma raíz verbal (חשׁק; jashák) aparece durante la construcción de los pilares del tabernáculo en Éxodo, donde describe la unión de metales preciosos: «Las bases de los pilares eran de bronce y los ganchos de los pilares y sus encuadernaciones (חשׁוקיהם; jashukehém) eran de plata… y las columnas del atrio estaban atadas (מחושׁקים; mejushakím) con plata» (Éxodo 38:17; consultar Éxodo 27:17; 38:28). Esta imagen de la metalurgia resalta la durabilidad de la relación humano-divina: así como los metales resistentes se sueldan, el amor infinitamente fuerte del Señor compromete, literalmente, «impulsa» el vínculo entre Dios e Israel.
Deuteronomio señala que un amor tan comprometido, no tiene nada que ver con la situación del pueblo; más bien, la atracción divina hacia Israel es un suceso unilateral de la gracia de Dios. Moisés les dice a los israelitas: «No por ser ustedes el más numeroso de todos los demás pueblos, fue que el Señor se comprometió (חשׁק; jashák) con ustedes, ni los escogió por ser el menos numeroso de todos los demás pueblos; [sino] porque el Señor los ama y cumple el juramento que hizo a sus antepasados» (Deuteronomio 7:7-8). Dios tiene un amor apasionado por Israel que desafía una lógica clara. Los antepasados de Israel no hicieron nada para merecer el favor divino, y Abram no hizo nada para ser elegido. Este escenario no es diferente a la forma en que podríamos referirnos al «amor a primera vista», y es coherente con la definición de amor en 1 Juan 4:10: «En esto consiste el amor: no en que hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros».
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