¿Por qué es tan malo hacerse imágenes de Dios?
Por Dr. Nicholas J. Schaser
Dr. Nicholas J. Schaser, Profesor de la Biblia hebrea
Génesis 1:27-28 declara que los humanos son creados a «imagen» de Dios (צלם; tzélem), pero, ¿qué significa ser hecho a imagen de Dios? Algunos han sugerido que la imagen de Dios se refleja en la inteligencia y el discernimiento dados por Dios a la humanidad. En su Guía de los Perplejos, el rabino y filósofo medieval Moisés Maimónides dijo que esto fue porque «el intelecto divino se unió con el hombre... para que fuese “a imagen de Dios y a su semejanza”, no es que Dios sea exaltado, tenga cuerpo o posea una forma» (1.1). Mientras Maimónides define «imagen» como un intelecto abstracto, los antiguos israelitas definían una «imagen» como la representación física de lo divino en la tierra.
Los escritores bíblicos usaron la palabra tzélem para describir las estatuas o «ídolos» de sus vecinos politeístas. Dios les dice a los israelitas que cuando entren a Canaán deben «expulsar a todos los habitantes... y destruir todas sus imágenes fundidas (tzélem)» (Números 33:52). Las otras naciones colocaban estas imágenes en sus templos para que los adoradores pudieran inclinarse ante una representación terrenal de la deidad. En un texto egipcio llamado Teología Menfita, el dios superior, Ptah, construye ídolos para los otros dioses, para que tengan «cuerpos» y puedan habitar en sus templos: «[Ptah] estableció santuarios [de los dioses], hizo sus cuerpos de acuerdo con sus deseos. Así, los dioses entraron en sus cuerpos de cada madera, de cada piedra, de cada barro» (AEL 1.59-60).
Del mismo modo, cuando el Dios de Israel crea a los humanos a «imagen» divina, Dios coloca representantes físicos en el templo del mundo. Esto explica la prohibición de hacer imágenes grabadas (ver Éxodo 20:4-5; Deuteronomio 5:8-9): los humanos ya son imágenes de Dios. Como portadores de la imagen de Dios, nosotros los humanos no somos divinos en nosotros mismos, pero estamos hechos de acuerdo con la imagen física —la estructura, la semejanza y la forma— del propio cuerpo de Dios.
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