¿Qué es la «santidad» en Hebreo?
Por Dr. Nicholas J. Schaser
En la terminología actual, la «santidad» se ha convertido en una categoría ética. Aquellos que actúan «más santos que tú», por ejemplo, se comportan como si fueran moralmente superiores a los demás. Sin embargo, esta comprensión de la santidad en términos de moralidad es un cambio moderno de la antigua definición hebrea. En lugar de expresar ética, el significado bíblico de «santo» (קדושׁ; kadósh) es apartar o separar. Conceptos similares como «puro» (טהור; tahór) e «impuro» (טמא; tamé) también han sufrido una moralización moderna, pero estas ideas tienen que ver más con la separación que con el pecado o la salvación. Al usar este tipo de términos, los autores de las Escrituras de Israel especificaron los contornos de limpieza y contaminación que permitieron el vínculo más estrecho posible entre Dios y la humanidad.
En medio de la Torá, Dios les dice a los israelitas a través de Moisés: «Sed santos (קדושׁים; kedoshím), porque Yo el Señor tu Dios soy santo, (קדושׁ; kadósh)» (Levítico 19:2). ¿Qué significa esta frase? El mandamiento difícilmente puede significar que Israel debe ser moralmente recto o justo como Dios en el cielo. Poco antes de esta declaración divina, el Señor establece el sistema de sacrificios para hacer expiación por «todas las iniquidades de los hijos de Israel» (Levítico 16:21). Dios le ofrece a Israel una red de seguridad divina porque el Cielo sabe que la humanidad tiende a transgredir los mandamientos. Por lo tanto, ser «santo» no significa ser perfecto o sin pecado como Dios. En cambio, «santo» significa «separado» de los demás: Israel debía estar «apartado» de las naciones que lo rodeaban.
Las palabras que siguen al llamado de Dios a la santidad son instrucciones para entender cómo funcionaba la noción de «separación» en el antiguo Israel. Se le dice a Moisés que informe al pueblo: «Mis días de reposo (sabbat) guardarán: Yo soy el Señor su Dios. No se vuelvan a los ídolos ni hagan para ustedes dioses de fundición: Yo soy el Señor su Dios» (Levítico 19:3-4). Las naciones que no eran Israel no guardaban el sabbat y hacían ídolos de metal para representar a sus diversos dioses en la adoración. Por lo tanto, observar el sabbat y abstenerse de hacer ídolos ayudaría a distinguir a Israel de sus vecinos nacionales; serían un pueblo santo para el Señor su Dios, y solo para ese Dios. De hecho, la invocación del sabbat es en sí misma un guiño a la santidad ya que «Dios bendijo el séptimo día y lo santificó (קדושׁ)» en la creación (Génesis 2:3), es decir, «separado» de los otros seis días de la semana.
Comprender la separación del Dios de Israel también puede ayudar a aclarar lo que la Biblia quiere decir con «santo». Cuando Dios le ordena a Israel que sea santo porque «Yo, el Señor, tu Dios, soy santo» (Levítico 19:2), esta afirmación subraya el hecho de que el Dios de Israel fue «apartado» de los dioses de otras naciones. Al comienzo de los llamados Diez Mandamientos, en realidad, en hebreo se les llama las «Diez Palabras» (עשרת הדברים; áseret hadevarím; consultar Éxodo 34:28; Deuteronomio 4:13; 10:4), Dios ordena a Israel: «No tendrás otros dioses (אלהים; elohím) fuera de mí» (Éxodo 20:3; consultar Deuteronomio 5:7). Literalmente, el hebreo dice que los israelitas no deben tener otros dioses delante de mi rostro (על-פני; al-panái), lo que significa que el pueblo de Dios no debe adorar a ninguna otra deidad además de la suya. Si bien muchos lectores modernos han entendido que estas palabras significan que no existen otros dioses además del Dios de Israel, el versículo afirma exactamente lo contrario: precisamente porque existen otras opciones para la adoración, Dios le ordena a Israel que mantenga sus ojos en el rostro del Señor. El Dios de Israel era «santo» o «apartado» de otros dioses; por lo tanto, el pueblo escogido del Señor debía ser «santo» al igual que su Dios.
Sin embargo, la santidad colectiva de Israel no denota ninguna justicia inherente o superioridad ética, a pesar de los malentendidos modernos en sentido contrario. Poco después de que Deuteronomio describe a Israel como «un pueblo santo (קדושׁ) para el Señor» (Deuteronomio 7:6), el mismo libro detalla la falta de preeminencia moral del pueblo entre sus pares. Moisés le dice a su pueblo: «No se digan a ustedes mismos... “Es por mi justicia (צדקה; tzedaká) que el Señor me ha traído a poseer esta tierra”. Más bien, es por la maldad de estas [otras] naciones que el Señor las echa de delante de ustedes, no por su justicia, ni por la rectitud (ישׁר; yoshér) de su corazón» (Deuteronomio 9:4-5). Por lo tanto, el significado hebreo original de «santo» tiene poco que ver con el tipo de actitud de «más santo que tú» que la palabra evoca en la conversación contemporánea.
Un punto similar es válido para las referencias hebreas a estar puro (טהור; tahór) o impuro (טמא; tamé). En la Torá, el estado de ser «impuro» describe la impureza ritual en lugar de la transgresión moral. Por ejemplo, Levítico advierte que si una persona desarrolla una dolencia en la piel en el antiguo Israel «el sacerdote lo declarará impuro (טמא)» (Levítico 13:11). Este estado de impureza no denota ninguna incorrección por parte del paciente. En cambio, ser impuro en este contexto significa ser ritualmente impuro. Sin embargo, tal contaminación de culto no fue el fin del mundo; una vez que una persona afligida se recuperaba y se sometía a la inspección sacerdotal, uno podía simplemente «lavar su ropa y quedar puro (טהר; tahér)» (Levítico 13:6). Así, la limpieza era un retorno a un estado de pureza externa, no una erradicación interna del pecado. Levítico mismo aclara esta diferencia definitoria cuando describe que el aceite para las lámparas del tabernáculo era «puro» (טהורה; tehorá) —la misma palabra para la persona «pura» libre de problemas en la piel—.
Las categorías de «puro» e «impuro» aparecen junto con la «santidad» en la Torá. Dios le dice a Aarón el sacerdote: «Harás distinción entre lo santo (קדושׁ) y lo común (חל; hól), y entre lo impuro (טמא) y lo puro (טהור)» (Levítico 10:10). Los términos hebreos paralelos en este versículo sugieren que «santo» es conceptualmente similar a «limpio». Ninguno de estos términos denota decencia conductual o ventaja ética. En cambio, lo que es «puro» se mantiene separado de lo que es ritualmente «impuro», así como lo que es «santo» se separa de lo «común». El significado bíblico de «santo» fue muy diferente de la forma en que funciona en el lenguaje popular. En el hebreo original, la santidad es un elemento definitorio de la relación divino-humana que separa la vida de uno para Dios.
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