La serpiente de Moisés y el Hijo del Hombre
Por Pinchas Shir
Jesús dijo una vez: «Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que sea levantado el Hijo del Hombre, para que todo aquél que cree en Él tenga vida eterna» (Juan 3:14-15). Como el Hijo del Hombre, Jesús hará algo similar a lo que hizo la serpiente de Moisés cuando Israel vagó en el desierto. Cuando las plagas saltan sobre los israelitas por hablar «…contra Dios y Moisés…» (Números 21:5), las serpientes mortales comienzan a atacar al pueblo. Cuando el pueblo clama por ayuda, Dios le dice a Moisés que forme una serpiente ardiente (נָחָשׁ שָׂרָף; nájash sharáf) y la levante en el campamento, de modo que cuando el pueblo la mire, pueda ser salvo (Números 21:6-9). A la luz de los antecedentes de la Torá, queda muy clara la analogía que Juan traza entre la salvación milagrosa de la serpiente de Moisés y el Hijo del Hombre: De la misma forma en que la serpiente salva a Israel de una muerte segura en Números, así también el Hijo del Hombre celestial ofrece vida eterna: solamente se necesita confiar y mirar al Hijo del Hombre.
Pero, ¿por qué Moisés hizo una imagen de una serpiente y no otra cosa? Después de todo, la serpiente (נָחָשׁ; nájash) parece una elección extraña como medio de salvación, dado que la serpiente lleva a Adán y a Eva a perder la vida eterna en el jardín del Edén. Los antiguos rabinos enseñaron que la sanidad milagrosa de Dios siempre se puede distinguir de una sanidad más común y mundana. Cuando un médico hace su trabajo, lastima al paciente con un cuchillo y luego lo sana poniéndole vendas. Pero «a diferencia de un médico, Dios castiga y sana por los mismo medios» (Éxodo Rabba, 26:2).
La vara de Moisés fue simultáneamente una vara de bendición y una herramienta de gran destrucción. De la misma manera, el diluvio en los días de Noé, trajo muerte y juicio, pero también renovó la tierra y la humanidad. Y por eso cuando Israel está en el desierto, una serpiente mata, pero otra da vida. La serpiente que nos recuerda nuestra rebelión, mata, pero «el que no tuvo pecado, se convirtió en una ofrenda de pecado por nosotros» (2 de Corintios 5:21) para darnos vida.
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