La visión de Dios después del Edén
Por Dr. Nicholas J. Schaser
Adán y Eva reciben una serie de castigos después de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Dios le dice a Eva: «Incrementaré tu dolor en el parto… tu deseo será para tu esposo y el gobernará sobre ti» (Génesis 3:16). Dios le dice a Adán: «…maldita es la tierra por tu causa… Espinos y cardos crecerán para ti, incluso mientras comes las plantas del campo; por el sudor de tu frente comerás pan» (Génesis 3:17-18). Dios castiga a la mujer con embarazos dolorosos y subordinación a su esposo, y castiga al hombre con esfuerzo y dificultad para cultivar la tierra. Es fácil para los lectores de la Biblia pensar que este estado desafortunado de cosas constituye la voluntad divina para la humanidad —que Dios quiere que los hombres «gobiernen» (משׁל; mashál) a las mujeres mientras sufren durante el parto, y que Dios desea que los humanos luchen para producir alimento del suelo—. Sin embargo, la Biblia aclara que Dios en realidad desea anular las maldiciones de Génesis 3 e imagina un mundo en el que no se trabaja en la agricultura, no existe dolor en el parto, ni motivos para que los hombres gobiernen sobre las mujeres.
Es posible leer estos castigos como descriptivos o prescriptivos; es decir, pueden (1) describir el estado caído de la humanidad que Dios desea reparar o (2) prescribir que las mujeres deben tener dolor en el parto y que los hombres deben dedicarse al trabajo agrícola. La mayoría de personas entiende que trabajar sobre la tierra espinosa es meramente descriptivo de un mundo roto, por lo que Dios no se opone en que utilicemos la tecnología agrícola para facilitar los trabajos. La mayoría de lectores están felices de tomar las maldiciones agrícolas como descriptivas, pero leen los castigos que pertenecen a las mujeres como prescriptivos. Entonces, cuando Dios le dice a Eva (y a todas las mujeres después de ella) que el hombre «gobernará sobre ella» (ימשׁל בך; yimshál báj), algunos lectores asumen que Dios desea que los hombres gobiernen sobre las mujeres.
Sin embargo, dado que la Biblia nos muestra que Dios desea usurpar las maldiciones agrícolas, podemos conocer que el mayor deseo de Dios, es que los hombres y las mujeres vivan en completa igualdad, sin que un compañero gobierne sobre el otro. Después de las maldiciones en el jardín, el diluvio en los días de Noé y la dispersión de la humanidad en Babel, Dios le dice a Abram que deje su tierra y viaje a una tierra nueva «que fluye con leche y miel» (por ejemplo, Éxodo 3:8; Levítico 20:24; Números 13:27; Deuteronomio 6:3). Dios no le promete a Abram una tierra llena de espinos y cardos; el Señor no quiere que los humanos sigan trabajando la tierra, sino que la tierra produzca leche y miel. Dado que Dios le promete a Abram una tierra que revoca la maldición agrícola en Génesis 3, podemos conocer que la visión de Dios para los hombres y las mujeres es también una relación de igualdad que usurpa la maldición del jardín del Edén. De hecho, la «nueva creación» que Yeshua inaugura (2 Corintios 5:17) nos señala una realidad en la que «todos son uno en Cristo Jesús» (Gálatas 3:28) más allá de dificultades y jerarquías.
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