¿Los judíos estaban esperando un guerrero?
Por Dr. Nicholas J. Schaser
Al comienzo de la última semana de Jesús en Jerusalén, entra cabalgando hacia la ciudad mientras sus habitantes agitan ramas y gritan: «Hosanna» (ὡσαννά). Hebreo: הושע נא) )«¡Sálvanos!» (Marcos 11:9; consultar Salmo 118:25). Esta petición incluye un llamado por «la venida del reino de nuestro padre David» (Marcos 11:10). Muchos sermones de la Iglesia han afirmado que estas exclamaciones reflejan la expectativa judía de un mesías militar que se libraría de la opresión de Roma. Según este punto de vista, los judíos del siglo I solo estaban interesados en un guerrero mesiánico que derrotara a sus enemigos en la batalla. Cuando Jesús no dio un golpe militar, dice el sermón, los que lo habían seguido el Domingo de Ramos lo abandonaron. El corolario de este mensaje es que el judaísmo se centra en la redención terrenal (y violenta), mientras que los cristianos disfrutan de la salvación espiritual (y pacífica) a través de Cristo. Pero los Evangelios y otros textos judíos antiguos presentan una imagen diferente.
Cuando Jesús entra en Jerusalén montado en un burro, Mateo dice que esto cumple las palabras de Zacarías: «Di a la hija de Sión: “He aquí, tu rey viene a ti, humilde y montado en un burro”» (Mateo 21:5); consultar Zacarías 9:9; Juan 12:14-15). Según todos los Evangelios sinópticos, Jesús limpia el templo después de su entrada triunfal (consultar Mateo 21:12-17; Marcos 11:15-19; Lucas 19:45-48) y se dirige a los presentes con versículos de los Profetas: «Y él enseñaba (ἐδίδασκεν; edídasken) y les decía: “¿No está escrito: ´Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones [Isaías 56:7]? Pero ustedes la han hecho cueva de ladrones´” [Jeremías 7:11]» (Marcos 11:17). El Evangelio añade que «lo oyeron los principales sacerdotes y los escribas, y buscaban la manera de matarlo… [pero] toda la multitud estaba asombrada de su enseñanza (διδαχῇ; didache)» (Marcos 11:18). Si bien a las élites urbanas no les importa la tutela de Jesús, toda la gente común de Jerusalén se maravilla con sus palabras, lo que sugiere que la mayoría de los judíos que estaban con Yeshúa ese día, esperaban que el Mesías fuera un maestro.
Esta noción de un educador mesiánico también aparece en escritos rabínicos posteriores a la época de Jesús. De hecho, los sabios judíos discuten su visión del Mesías citando el mismo texto de Zacarías que los escritores de los Evangelios asocian con Yeshúa. El Midrásh dice: «Cuando llegue aquel de quien está escrito, “humilde y montado en un asno” [Zacarías 9:9], les aclarará (מחור; mehavér) las palabras de la enseñanza [de Dios] (דברי תורה; divréi torá)… y les aclarara (מחור) sus errores [en la interpretación de las Escrituras]» (Génesis Rabá 98:9). Después de esta declaración de que el Mesías será un maestro, otro rabino argumenta que esta educación mesiánica será solo para los no judíos: «El Rabino Hanina dijo: “Israel no tendrá necesidad de las enseñanzas (לתלמודו; le'talmudó) del Rey Mesías en el futuro por venir, porque está dicho, 'A él consultarán las naciones' [Isaías 11:10]—[las naciones, pero] no Israel”». Esta única opinión rabínica acerca de que Israel no necesita las enseñanzas del Mesías es la excepción que confirma la regla; a saber, que la mayoría de los involucrados en esta discusión midráshica acordaron que el Mesías sería un tutor para Israel. Aun así, es notable que el Rabino Hanina use Isaías para resaltar la enseñanza mesiánica para las «naciones» (גוים; góyim), y la propia enseñanza de Jesús también cita a Isaías para aclarar que el templo de Dios sería un lugar de oración para todas las «naciones». (ἔθνεσιν; ethnesin; Marcos 11:17; consultar Isaías 56:7). Tanto el Rabino Hanina como el Rabino Yeshúa asocian la misión mesiánica con la introducción de los gentiles al Santo de Israel. Jesús comienza a predicar este evangelio global entre sus hermanos judíos, un pueblo cuya esperanza mesiánica no se limitaba al militarismo miope, sino que imaginaba a un ungido que instruiría al mundo en los caminos de Dios.
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