¿Los ricos y los pobres son realmente iguales?
Por Dr. Yeshaya Gruber
Cuando los judíos de hace 2.000 años escribían sobre algún tema, casi siempre interactuaban con el Tanáj (Biblia hebrea) en un nivel profundo. Ya sea abordando el comercio de mercado o los cantos en el Templo, los problemas de la comunidad o los asuntos legales, los pensamientos de estos autores corrían naturalmente en canales hebraicos, incluso cuando escribían en un idioma diferente como el griego. Pero, ¿cómo podemos saber si este fue el caso incluso cuando se trataba de cosas como el estado financiero y la posición social?
Uno de los mandamientos más llamativos de la Torá hebrea dice: «No harás injusticia en el juicio: no levantarás la cara de los débiles, ni exaltarás la cara de los grandes. Juzgarás a tu prójimo en justicia» (Levítico 19:15). Esta es una declaración contundente de que pobres y ricos deben ser iguales ante la Ley. Desde la época de la Biblia, muchas sociedades han reconocido y proclamado este principio. Lamentablemente pocos (si acaso hay alguno) alguna vez han estado a la altura de esto.
En el siglo I, un judío de Jerusalén llamado Jacobo escribió una carta «a las doce tribus que están en la dispersión» (es decir, al pueblo de Israel que estaba viviendo en otras tierras; Santiago 1:1). Pidió a sus lectores y oyentes que pensaran en un escenario en el que una persona rica y una pobre entraban en la (συναγωγή; sunagōgē), es decir, «reunión comunitaria». (Esta palabra griega es el origen de «sinagoga» en español). Jacobo argumentaba que si alguien tratara al asistente rico mejor que al pobre, eso sería una violación criminal de la «Ley» (o de la Torá, «enseñanza») del rey y de la libertad (Santiago 2:1-12). ¿Sobre qué base hizo esta sorprendente afirmación?
¡Sorprendentemente, el texto de Jacobo utiliza «palabras claves» específicas que nos remiten directamente al mandamiento de la Torá sobre la igualdad entre ricos y pobres! En el siglo I, la traducción de la Septuaginta judío-griega de la Biblia hebrea fue ampliamente utilizada en todo el mundo mediterráneo. Su versión de Levítico 19:15 (como el texto hebreo original) habla dos veces de dar preferencia al «rostro» de alguien (πρόσωπον; prosōpon). Del mismo modo, Jacobo habla dos veces de «aceptar un rostro» (προσωποληψία; prosōpolēpsia en 2:1 y προσωποληπτέω; prosōpolēpteō en 2:9). La Septuaginta de Levítico 19:15 menciona «juicio»(κρίσις; krisis) y «juzgar» (κρίνω; krinō). Jacobo menciona «juzgar entre» (διακρίνω; diakrinō en 2:4) y ser un «juez» (κριτής; kritēs en 2:4).
La elección de todas estas palabras estrechamente relacionadas (y otras) difícilmente puede ser una coincidencia. Y si había alguna duda, Jacobo enmarca explícitamente su discusión como una cuestión de «Ley/Torá según la Escritura» (Santiago 2:8, 10-12). Lo que este autor judío del siglo I intenta llevar a casa es que tratar a ricos y pobres como iguales no es solo un asunto teórico para los tribunales de justicia. Más bien, el mandamiento de la Torá de igualdad radical penetra tan profundamente como la actitud y el comportamiento de cada individuo hacia todos sus «queridos» seres humanos.
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