En Génesis 12:3 leemos un versículo muy famoso: «Y bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga, lo maldeciré». Las cosas parecen ser claras, pero en la traducción se pierde un matiz muy importante.
Dios le promete a Abraham que «todos los que lo maldicen» (מְקַלֶּלְךָ; mekalélja) a su vez serán «maldecidos» (אָאֹר; a´ór). El poder de esta promesa, sin embargo, se pierde en la traducción. La primera palabra para «maldiciones» (מְקַלֶּלְךָ; mekalélja) viene de una raíz que literalmente significa «tomar a la ligera algo pesado». La segunda palabra para «maldición», (אָאֹר; a´ór), en realidad proviene de una raíz completamente diferente que significa algo así como «destruir por completo».
«Bendeciré a los que te bendigan, pero al que te falte el respeto, lo destruiré por completo».