¿Pablo promovió la predestinación?
Por Dr. Nicholas J. Schaser
Muchos lectores de Romanos han entendido que Pablo está hablando de la predestinación en su exposición sobre Dios como un «alfarero» que forma barro (Romanos 9:19-23). El Apóstol declara: «¿Quién eres tú, ser humano, para discutir con Dios? ¿Dirá la vasija de barro al que lo moldeó: "¿Por qué me has hecho así?"» (Romanos 9:20-21). Esta metáfora suena como si Dios predestinara a algunas personas para un resultado negativo y a otras para uno positivo y los seres humanos no tienen voz en cómo Dios los crea. Sin embargo, las palabras de Pablo reiteran las de Jeremías, y el contexto hebreo original del profeta apunta en una dirección diferente a la de la predestinación.
Con base en la referencia de Pablo a Dios como alfarero de barro, el Apóstol concluye: «¿Y si Dios, queriendo manifestar su ira y dar a conocer su poder, ha soportado con mucha paciencia los vasos de ira preparados para la destrucción, a fin de dar a conocer las riquezas de su gloria para vasos de misericordia, que él ha preparado de antemano (προητοίμασεν; proetoímasen) para gloria...» (Romanos 9:22-23). La alusión de Pablo al Señor preparando vasijas con anticipación parece sugerir la predestinación: Dios elige a algunas personas para buenos resultados y a otras para destrucción. Sin embargo, la retórica del Apóstol proviene del discurso similar de Jeremías acerca de Dios como alfarero, y una mirada más cercana al contexto original del profeta hace que la predestinación paulina sea improbable.
Cuando Dios le dice a Jeremías que observe a un alfarero en el trabajo, el profeta ve un lote de arcilla en mal estado que se transforma en una vasija útil. Entonces el Señor declara a Israel: «¿No puedo yo hacer contigo como ha hecho este alfarero? […] He aquí, como el barro en la mano del alfarero, así eres tú en mi mano… Por el momento, declaro acerca de una nación o un reino que lo arrancaré, lo derribaré y lo destruiré, si esa nación... se aparta de su maldad (שׁב… מרעתו; sháv... mera'ató), cederé (נחמתי; najamtí) del desastre que tenía la intención de hacerle. Pero si en el momento declaro acerca de una nación o un reino que la edificaré y plantaré, si [esa nación] hace lo malo ante mis ojos, sin escuchar mi voz, entonces me arrepentiré del bien que pretendía hacerle» (Jeremías 18:5-10).
En el contexto profético original, Dios describe una relación causal entre la directiva divina y la conducta colectiva; el Señor predetermina una postura particular hacia una nación que se porta mal, pero si los ciudadanos se arrepienten, entonces Dios cambia de rumbo. Asimismo, si la gente cambia de la santidad al pecado, entonces Dios reevalúa la relación. Esto es exactamente lo opuesto a la predestinación. Dios hace una evaluación con anticipación, pero los seres humanos tienen la capacidad de alterar su destino. Es este escenario bíblico en el que Pablo se basa en Romanos, por lo que el Apóstol no está sugiriendo que todo esté predeterminado. Por el contrario, Pablo recicla a Jeremías para decir que Dios extiende mucha «paciencia» (μακροθυμίᾳ; makrothumía) mientras el Cielo evalúa las acciones humanas; por supuesto, ¡tal paciencia sería innecesaria e ilógica si el Señor ya hubiera predeterminado el resultado! Por tanto, la retórica de Pablo no apunta a la predestinación; más bien, Dios espera misericordiosamente que las personas tomen sus propias decisiones, y luego el Señor ajusta el decreto divino en respuesta a las decisiones de la humanidad.
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