¿Por qué Dios hizo la creación en siete días?
Por Dr. Nicholas J. Schaser
Según el primer capítulo de Génesis, el proceso creativo inicial abarca siete días: seis para los actos de creación de Dios y un día final en el que el Señor descansa de todo ese trabajo. Este período de siete días es más significativo de lo que la mayoría de los lectores modernos de la Biblia pueden darse cuenta. Si bien los debates contemporáneos tienden a centrarse en cuándo ocurrieron estos días o si constituyen períodos de 24 horas, los antiguos israelitas habrían entendido el lapso de tiempo de una manera muy diferente; es decir, como el período tradicional en el que se construyeron los templos. El comienzo de Génesis usa los siete días para sugerir que la creación del mundo por parte de Dios es un proyecto de construcción de templos; mientras que otros dioses levantan sus templos en siete días, el Dios de Israel modela el mundo entero como un templo divino.
En la literatura antigua de los vecinos de Israel existen narraciones que presentan proyectos de construcción de templos que duran siete días. Por ejemplo, el llamado Ciclo de Baal (un texto antiguo que se encuentra en la antigua ciudad de Ugarit en el Norte de Siria) describe el establecimiento del templo de Baal en una semana: «De cedros [la casa de Baal] se construirá, de ladrillos es su palacio para ser erigido… He aquí, un día y un segundo, el fuego devora la casa, la llama dentro del palacio. Un quinto y sexto día, el fuego devora la casa, la llama dentro del palacio. He aquí, en el séptimo día, el fuego se aparta de la casa, la llama desde el palacio… Baal se regocija: "Mi casa he edificado de plata; mi palacio lo he hecho de oro"» (KTU 1.4 VII). En este caso, la principal deidad cananea tarda siete días para levantar su templo. Sin embargo, el Dios bíblico descansa «en el séptimo día» (ביום השביעי; bayóm há´shvi’í) de toda la obra de la creación. Este número no es un accidente; en la literatura del Antiguo Cercano Oriente —incluidas las Escrituras de Israel— el siete es el número que simboliza la plenitud o la perfección.
Cuando el Dios de Israel da forma al mundo, el escritor sacerdotal de Génesis 1 enmarca esa creación dentro de un marco de siete días para sugerir que todo lo que vemos a nuestro alrededor es parte del templo del Señor. Una antigua polémica está incrustada en esta imagen: mientras que dioses como Baal tardan siete días en crear un solo templo en una sola ciudad de Mesopotamia, el Dios de Israel tarda la misma cantidad de tiempo en establecer toda la tierra. Mientras que otros dioses pueden tener dominio sobre sus limitados espacios sagrados, el Dios de Israel domina todo el orden creado. Es en el contexto de esta afirmación teológica que Isaías tiene una visión divina en el templo cuando los serafines cantan a Dios: «Santo, santo, santo, toda la tierra (כל־הארץ; kól há'áretz) está llena de su gloria». (Isaías 6:3). En Génesis, los parámetros temporales precisos de los siete días no son el punto principal; en cambio, las Escrituras se ocupan de la superioridad del Señor sobre otras deidades y la visión de nuestro mundo como la morada sagrada de Dios.
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