¿Qué son los «tesoros en el cielo»?
Por Dr. Nicholas J. Schaser
En el Sermón del Monte, Jesús dice: «No tengan tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen y donde ladrones minan y hurtan; sino, tengan tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan» (Mateo 6:19-20). Aunque la comparación muestra que los tesoros celestiales no son susceptibles de deterioro ni robo, persisten las preguntas: ¿Cómo las personas en la tierra pueden acumular tesoros en el cielo, y cómo beneficia este lingote celestial al creyente que está en la tierra? Una mirada al texto y a la tradición del Segundo Templo proporciona las respuestas. En el antiguo pensamiento judío, los pecados acumulaban deuda ante Dios, y la caridad terrenal producía el tesoro celestial que podía pagar la deuda del pecado.
Poco antes de que Jesús se refiera a «tesoros en el cielo», le pide a Dios de que «perdone nuestras deudas (ὀφειλήματα; opheilémata) como nosotros perdonamos a nuestros deudores» (Mateo 6:12). En este caso, Yeshúa no describe las deudas financieras terrenales; más bien, le pide a Dios que perdone los pecados. En arameo, el idioma nativo de Jesús, la palabra para «pecado» y «deuda» era la misma: (חובא; hová). En las traducciones arameas de la Biblia hebrea que comenzaron en los días de Jesús, los traductores interpretan las Escrituras originales para reflejar esta metáfora económica. Por ejemplo, en la Torá hebrea, Faraón le dice a Moisés: «Lleva (שׂא; sá) mi pecado (חטאתי; hatatí) solo por esta vez» (Éxodo 10:17). El Targúm arameo dice: «Remite (שׁבוק; shevók) mi deuda (חובי; hovái) solo por esta vez» (Targúm Éxodo 10:17). Jesús comparte este entendimiento tárgumico del pecado y le pide a Dios que perdone el registro de la deuda en el libro celestial principal.
Es en este contexto del pecado como deuda en el que Yeshúa dice: «tengan tesoros en el cielo». Justo antes del Padre Nuestro, Jesús declara: «Cuando den limosna (ἐλεημοσύνην; eleemosúnen)… que su ofrenda sea en secreto» (Mateo 6:3-4). Inmediatamente después de su referencia al tesoro celestial, alienta a tener un ojo sano (ὀφθαλμός; opthalmós; 6:22-23) —una metáfora judía común para ser generoso con los fondos de uno— y concluye que uno «no puede servir a Dios y al dinero» (Mateo 6:24). El texto judío de Tobit del Segundo Templo (c.200 a.C.) proporciona un precedente preciso del principio de Jesús de que dar caridad resulta en un tesoro celestial. Tobit le dice a su hijo Tobías: «Da limosna (ἐλεημοσύνην; eleemosúnen) de tus posesiones, y no dejes que tu ojo (ὀφθαλμὸς; opthalmòs) envidie el regalo cuando lo hagas… Así acumularás un buen tesoro para ti para el día de la necesidad. Porque la limosna libra de la muerte y… es una ofrenda excelente en presencia del Altísimo» (Tobit 4, 7-11). Para Tobit, y para Jesús después de él, las limosnas son sacrificios personales que reflejan un ojo sano. Dar dinero a los pobres ayuda a pagar la deuda del pecado al acumular tesoros en el cielo.
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